domingo, 24 de enero de 2016

Nobleza obliga – Donna Leon


Vuelve Guido Brunetti a mis lecturas y llega la calma. Donna Leon consigue transmitir paz y tranquilidad desentrañando crimenes. ¿Podríamos denominar como novela negra esta serie? Curioso, como con Guido Brunnetti con su familia, la importancia de la buena comida, de las buenas lecturas y la falta de espectáculo en la resolución de los crímenes, tenemos a un “antihéroe” tan cercano a nosotros y que parece tan real que hace que novela, tras novela se desfrute de los canales de Venecia, mientras se mantiene la esperanza de que puede existir alguien que realiza bien su trabajo.
Tan cercano y tan lejano cuando nos lleva a la Europa del Este. Tan cercano cuando nos sentimos identificados en las relaciones de familia que muestra, tan lejano cuando piensas que a ti nunca te pasaría.

En esta ocasión rescatamos un secuestro de hace un par de años que no llegó a resolverse. La aparición de unos restos abre una herida sin cicatrizar en una familia de la nobleza veneciana.

Y una cita un poco larga pero con la que coincido plenamente. Defiendo a menudo lo mismo, aunque en diferente entorno.
Brunetti se acordó de algo que había dicho Paola, ya no recordaba en relación con qué. Siempre que una persona se propone argumentar deslealmente, dijo, ponen un ejemplo concreto tan abrumador que hace imposible toda discrepancia. Pero por apabullantes que fueran los casos específicos, dijo ella, la ley se fundaba y configuraba en principios y términos universales. Los casos individuales solo se representaban a si mismos, nada mas. Brunetti, que tantas veces había visto el horror del delito concreto e individual, comprendía el impulso de exigir leyes nuevas y más severas. Porque era policía, sabia que el rigor de la ley solía recaer en los débiles y los pobres, y sabía también que la severidad de la ley no era salvaguardia contra el crimen.

De la misma autora en este blog:
Vestido para la muerte

miércoles, 13 de enero de 2016

La nostalgia feliz - Amélie Nothomb

Amélie nos sigue contando, en esta novela recientemente publicada por Anagrama, la historia de su vida, esta vez el retorno al Japón de su infancia y su juventud con la excusa de grabar un documental sobre ella misma. Un documental para una televisión francesa sobre una escritora de éxito cuyo pasado está tan presente en sus obras. Japón donde nació, el país que añora y donde vive su otra madre, su aya Nishio-san, a la que volverá a recuperar por unos instantes, Nishio-san que conocimos en Biografía del Hambre, una de las obras donde Amélie nos cuenta los primeros años de su vida. La ocasión precisará que recupere también su japonés, oxidado por la falta de uso, la dificultad de encontrar las palabras adecuadas en el vocabulario olvidado, el idioma de su país natal donde ella es una extranjera.
Y volverá a coincidir con un amor de juventud, Rinri, protagonista de otra de sus novelas Ni de Eva ni de Adán. Momento para hacer balance sobre las decisiones tomadas. Y que mostrar a una cámara, que dejar en la intimidad, donde volver de aquello que quedó plasmado en las páginas de un libro.

Una autora extrovertida que nos cuenta prolíficamente su agitada vida como hija de un embajador belga, con sus problemas de identidad y sus experiencias extraordinarias. Realidad que supera a la ficción o ficción contada como realidad.

De esta autora en este blog:

sábado, 2 de enero de 2016

Kafka con sombrero – Jesús Marchamalo

En el centenario de la publicación de La Metamorfosis, una biografía intimista de este autor de textos tan característicos: pocos pueden decir que han dado lugar a su propio adjetivo.

Una pequeña obra, por su tamaño, bellamente ilustrada, que nos cuenta detalles de la vida de este autor, como los lugares por los que discurría su vida, el despacho donde trabajaba, de aquel tío que vivía en Madrid o las numerosas cartas que podía escribir y enviar.


Al cementerio judío de Olsany acudió un día una muchacha, Nelly, a quien una vez, siendo niña, el joven K. le había escrito una carta. Y lloraba allí sola, desconsolada, porque la había perdido; sabía que ya nadie le escribiría otra igual, y empezaba a olvidar lo que decía.