lunes, 27 de junio de 2016

Kokoro – Natsume Sōseki



Siempre que leo a algún autor japonés confirmo las diferencias existentes entre culturas. Diferencias que muestran tiempos distintos sobre todo.

Y un carácter, quizás un fatalismo, presente tan a menudo en los libros japoneses que han pasado por mis manos. ¿Reflejo de una sociedad? Pero también un espíritu más fácil de encontrar quizás allí.

Hice todo lo que pude por no discutir con él. La táctica era plantar un cálido sol sobre aquel témpano de hielo.

Kokoro, dividido en tres partes bastante diferentes, una primera donde conoceremos al protagonista ¿hay dos protagonistas o solo uno? Yo me decanto por uno. Una segunda parte, donde este protagonista queda en un segundo plano, aunque siempre presente por comparación con la rutina de un joven, con aquello que quiere dejara atrás. Y una tercera parte donde la escritura toma protagonismo. La historia gira de forma sustancial, la escritura es para mi la protagonista aquí, es la que permite llevar a otros los sentimientos más escondidos, aquellos que difícilmente podrían ser contados incluso a aquella persona más querida, ¿por su bien? ¿por el nuestro? Y esa descarga, esa libertad que facilita el papel, en una persona que nos cuenta lo difícil que para ella es llevar a la práctica aquellas decisiones que afectan profundamente a su vida.

Todas nuestras capacidades, ya sean físicas o espirituales, exigen un estímulo externo, tanto para su desarrollo como para su ulterior destrucción.

Una bonita edición de Impedimenta publicada en el centenario de la primera publicación de la obra y que yo leo en el centenario de la muerte de este autor, desconocido hasta ahora para mí, pero que no descarto que volverá a parar por mis manos.

domingo, 5 de junio de 2016

El camino - Miguel Delibes



Una preciosa edición de esta obra que nos trae nuestra infancia al club de lectura Escuela de Mandarines.

El Camino, un libro que es fácil haber leído en el colegio o en el instituto y con el que he vuelto a disfrutar, posiblemente mucho más. Más porque hay más de una forma de disfrutarlo, una con esa historia de Daniel el Mochuelo, de sus amigos, de familia, de sus vecinos, una historia sencilla y profunda a la vez. Otra, recordando historias contadas de un pasado vivido a través de ellas, de un pasado vivido por seres queridos que forman parte de lo que somos. Otra, por traernos esos momentos en la vida de una persona que son tan determinantes, un presente eterno que se transforma en pasado por la llegada de un futuro incierto. Otra más, valores de un pasado que no han superado el paso del tiempo.
Daniel el Mochuelo, un niño de un pequeño pueblo de Castilla que a la mañana siguiente empezará, por decisión de su padre, una nueva vida en la ciudad, una nueva vida que se supone que le hará tener un mejor futuro. Y su última noche en el valle le trae a la memoria historias de esa vida que deja atrás, de esa vida que para él ha sido tan buena, de su familia, de sus amigos, de esa vida que quiere que siga igual. Escenas divertidas, escenas duras, escenas curiosas, en definitiva, una vida de 11 años en la España de los 50.